La vía verde más larga de España se llama Ojos Negros y parte del pueblo turolense con mismo nombre para morir, 200 km más al este, en el mar Mediterráneo.
Pese a lo que muchos podáis pensar, se trata de una ruta muy atractiva, con bonitos paisajes, que discurre a través de numerosos túneles y viaductos, y que deja atrás los bastos encinares de la Comarca del Jiloca para adentrarse en los campos de almendros, las huertas y los naranjos valencianos, cuyo olor, al menos en el mes de marzo, es extraordinario.
Para quienes nos iniciamos en esto de los pedales resulta una alternativa perfecta, ya que el trazado es prácticamente llano y el desnivel siempre juega a nuestro favor, aun así, todo dependerá de la cantidad de kilómetros que uno se proponga hacer al día. En mi caso, el resultado final fue de 212 kilómetros aproximadamente en tres días debido sobre todo al tema de la logística, ya que optamos por salir de la misma ciudad de Teruel para llegar hasta Sagunto y de ahí, continuar a la capital valenciana por la denominada ‘Vía Xurra’. La verdad es que esta opción resulto todo un acierto.
Mapa publicado en la página web del Club Ciclista Turolense.
Como he comentado, la decisión de realizar estas etapas se debió más que nada al tema de la infraestructura, concretamente, del transporte, y es que, parece sorprendente que una vía verde que promociona precisamente Renfe no cuente ni con el apoyo del servicio de ferrocarril ni tampoco con el de autobús, pues en el primero no se pueden subir más de dos bicicletas por tren (y no todos los regionales que van de Valencia a Teruel te dan si quiera esta posibilidad) y en el segundo, la empresa responsable del trayecto, Samar, limita el número de bicicletas a dos y al primer autobús de la mañana (en el blog www.bicisaltren.org y en la página web alláVamos.es encontrareis más información sobre este asunto y algunos consejos de gran utilidad). Esto significa que si haces la ruta con otros cinco amigos, como fue mi caso, y dispones de tan solo cuatro días de vacaciones, te ves obligado a buscarte la vida al margen del transporte público.
Nuestra solución fue dejar los coches en Teruel y llegar hasta Valencia en bicicleta para alquilar allí una furgoneta que pudiéramos devolver en Madrid, de tal forma que dos de nosotros condujeron hasta la capital con las seis bicicletas y el resto, cogimos un autobús en Valencia hasta Teruel y una vez allí, nuestros coches hasta Madrid.
En cuanto a la ruta, decir que está perfectamente señalizada y la vía verde se encuentra en estupendas condiciones para circular a dos ruedas, eso sí, se echa de menos más lugares habilitados para pernoctar. En nuestro caso, pasamos la primera noche en Barracas, en el Hostal Norte, un lugar de mucho tránsito debido a su cercanía a la A-23 y a que cuenta con cafetería y servicio de restaurante, en otras palabras, uno de esos establecimientos de carretera tipical spanish donde parar a tomar un café de camino a la playa. La segunda noche, la pasamos en el camping Malvarrosa de Corinto, en Sagunto, donde “tiramos” de tienda de campaña y que la verdad, no nos dejó muy buen sabor de boca, pues el agua de las duchas estaba más bien fría y los lugares comunes donde comer brillaban por su ausencia. Eso sí, el bar del camping tenía unas patatas bravas buenísimas.
Foto de Jérica, en Castellón.
El día más complicado fue el último, ya que el inicio de la ‘Vía Xurra’ no está marcado y si te descuidas, te puedes meter en un auténtico berenjenal.
Nuestra odisea comenzó después de recargar provisiones en el Lidl del Puerto de Sagunto. Siguiendo la ruta que nos marcaba el GPS, nos dirigimos a Puzol por una especie de carril bici (en realidad es un arcén de color rojo y bastante ancho) que discurría paralelo a la CV-309, sin embargo, a escasos kilómetros, a la altura de la desaladora (en el polígono industrial de Puerto de Sagunto), ésta desapareció convirtiéndose en una autovía muy peligrosa, sin apenas arcén y mucho menos carril bici. Después de mucho debatir sobre si continuar a pesar del riesgo o darnos la vuelta, nos vimos obligados a cruzar la autovía, eso sí, con sumo cuidado, y desandar lo andado para adentrarnos en el polígono industrial en busca de alguna vía alternativa. Menos mal que en medio de toda esta peripecia nos cruzamos con un amable lugareño que nos indicó la posibilidad de ir hasta Puzol por el camino de la playa, muy pedregoso pero seguro, y con unas vistas estupendas de la mar. Al parecer, se trata de la única vía alternativa para evitar la autovía.
Una vez en Puzol, enlazamos la ‘Vía Xurra’ sin problemas, un carril bici que te adentra en el corazón de la capital valenciana no sin antes ofrecerte la posibilidad de tomar una rica horchata al aire libre, entre lechugas y naranjos. Todo un placer. Eso sí, nuestros problemas no había terminado, ahora teníamos que encontrar un lugar en Valencia donde poder pernoctar y dejar además las bicis, que es lo que ocurre cuando sales de casa a la aventura.
La verdad es que finalmente tuvimos suerte, llamamos a la Oficina de Turismo de Valencia y nos proporcionaron el contacto de algunos hoteles donde podríamos alojarnos y guardar además nuestro medio de transporte, después de algunas llamadas, el único que nos brindó la oportunidad fue Backpachers, un lugar estupendo, muy bien situado (en el barrio del Carmen) barato, limpio y que nos echó una mano a la hora de dejar las bicicletas a buen recaudo, ya que el albergue en sí nos cuenta con esta opción. Lo mejor de este lugar es que se trata de una antigua escuela religiosa reconvertida en albergue, así que resulta muy amplio, además, cuenta con una bonita azotea donde cenar al aire libre y habitaciones de seis, lo que a nosotros, claro está, nos fue fenomenal.